¿Eres tú uno de los que ha permitido que su amor por Dios se congele? ¿Ya no amas a Dios cada día más? No digo que no lo ames pero respóndeme con una mano en el corazón, ¿qué ha pasado? ¿En qué momento te enfriaste? Muchos de nosotros ya no somos los de antes, ya no tenemos la misma comunión con Dios, hemos perdido la relación de amor que nos unía a Él, ese deseo que ardía por estar más tiempo en su presencia. Es como si la era del hielo hubiera llegado a nuestro corazón: “No sentimos nada cuando se predica su Palabra, nos hemos vuelto insensibles, volvemos a fallarle, andamos de mal humor, con ataques de depresión, dejamos de ver a Dios en la foto de nuestra vida… simplemente parece que lo perdimos de vista”.
Me duele en el corazón ver a amigos – personas que amo – deprimidas, dejándose al abandono, no haciendo nada por salir adelante, no comen porque están deprimidos, prefieren dormir todo el día y ya no buscan más de Dios. Van a la iglesia pero sólo por inercia o a petición de sus líderes o pastores. ¡Tú no eras así! No se suponía que llevaras una vida mediocre espiritual, ni que fueras un zombie.
Te escribo a ti, que sé que estás pasando por batallas que te cuesta ganar… Te escribo a ti, que sé estás luchando por dejar pecados, que ya no soportas vivir más así… Por eso me atrevo a decirte que no estás sólo pues Dios es tu compañía.
Mis batallas más grandes, amigos, las he ganado de rodillas y es que hay situaciones en nuestras vida, que requieren que nos arrodillemos delante de Dios.
Arrodillarse es cuando le dices: “¡Yo me rindo, no puedo sólo, quiero que seas tú! Todo lo que tengo y todo lo soy te pertenece”.
¡Vamos, adoremos de rodillas a nuestro Dios y creador! Pertenecemos a Dios; nosotros somos su pueblo. Él es nuestro pastor, y nosotros somos su rebaño; ¡estamos bajo su cuidado si hoy escuchamos su voz!
Salmos 95:6-7 LENGUAJE ACTUAL
A veces tratamos de vivir nuestra vida como Bruce, el de la película del Todopoderoso, pero nosotros no somos Dios ni debemos gobernar nuestra vida. Déjalo a Él obrar en ti… Él sabe su trabajo.
Yo te aconsejo… No te pares del piso hasta que no sientas que tu corazón se ha calentado junto al suyo, hasta que vuelvas a ser el hombre o la mujer que amaba a Dios, que puedas escuchar su voz… que seas esa ovejita lanuda, la que el Pastor acaricia… a la que le importaba más lo que Él piense que lo que la gente diga…
“Aún cuando yo pase por el valle más oscuro, no temeré, porque tú estás a mi lado. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento” Salmo 23:4 NTV
¿Estás pasando por estos momentos oscuros en tu vida, momentos de soledad y tristeza, momentos de mucho dolor? Vamos, no lo olvides, Dios siempre está a tu lado.
Y sólo por esa razón, quiero que sepas que Él permite experiencias en tu vida para enseñarte muchas cosas y, sobre todo para que aprendas. A veces nos damos contra la pared; otras, la cruzamos pero recuerda que Dios te ayuda en todo momento… solo si tú se lo permites.
En medio de la enfermedad, Él es quién vela junto a ti como tu médico de cabecera. Cuando tienes problemas legales, Dios promete ser tu abogado (Lamentaciones 3:58, 1 Juan 2:1) Cuando no tenemos dinero, ni trabajo, Él es quién provee para nosotros el pan de cada día.
Dios te conoce… Antes que le vayas a pedir algo ya sabe cuál es tu pensamiento. Entrégate a él, saca el hielo de tu corazón y Él te llevará a lugares que jamás pensaste alcanzar.
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